martes, 26 de octubre de 2010

Viaje temporal: Fringe

Un nuevo guiño al concepto de los viajes temporales aparece de la mano del semidios J. J. Abrams (sí, bueno, también Alex Kurtzman y Roberto Orci), el creador de la serie Lost (Perdidos) y anteriormente Fringe.
Aquí en España han cambiado el título de Fringe por “Al límite” aunque la traducción exacta es “fleco” en Inglés en su acepción de “cosa extraña que cuelga por ahí”.
No queremos desvelar spoilers pero sí podemos decir que tenemos un buen argumento de paradojas temporales en el episodio de Fringe 2x18 – Tulipán blanco. No es muy innovador pero da que pensar lo suficiente como para resultar interesante. Y por si fuera poco tiene el plus de una aparición estelar del que fue el mismísimo Robocop; el excéntrico Peter Weller.
Peter Weller –un actor del método - interpreta un recurrente personaje de la ciencia ficción paratemporal; el del profesor superdotado capaz de retorcer y “poner patas arriba” los conceptos Einstenianos de la relatividad especial. Él es quién se convierte en un cronauta dedicado a una misión que pronto descubrimos como un buen ejemplo de paradoja. Volver al pasado para cambiar algo.
Lo bueno del episodio es que Peter Weller se reinterpreta a sí mismo en un evidente guiño a Robocop. Según rezaba la publicidad, éste no era “ni hombre, ni máquina, solo policía”. En realidad, recordamos que se trataba principalmente de un robot con un trocito de cerebro (y de cara) de lo que quedaba del policía que había sido Peter Weller. Pues bien, en este episodio de Fringe (2x18) el profesor temporal es casi todo humano, salvo que se implanta bajo la piel una malla superconductora adornada de cachivaches electrónicos. Lo dicho, un evidente guiño a Robocop.
¿Cuál es más ciborg de los dos?
Pero lo que os quiero ofrecer hoy es más afín al tema principal de Fringe: los universos alternativos o multiversos. Como podéis intuir, tienen mucho que ver con los viajes en el tiempo.
En la serie, Walter Bishop, el profesor juega con la idea (y la práctica) de que cada decisión que tomamos bifurca el universo en una versión paralela que se escinde de aquella en la que nos quedamos. Aporta además con ello una bonita explicación de lo que son los (también recurrentes) “déjà vus”, esa sensación que tenemos a veces de ya haber vivido un momento determinado de nuestra vida. Recordad que en Matrix se suponía que era debido a un bucle erróneo del programa que recreaba nuestro universo virtual. En este entorno de multiversos, Fringe aporta la idea de que el déjà vu es una visión por el rabillo del ojo de ese universo bifurcado que acaba de escaparse del nuestro pero que está ahí, muy cerca.
Me parece muy bonita esta aportación. Solo deploro un tanto la reducción del problema al limitar las posibilidades a un solo universo paralelo. En toda la serie, se supone que hay “un solo" universo paralelo al nuestro, muy parecido (por poco divergente) y al que se puede “viajar” en ambas direcciones. Bueno, entiendo que una serie tampoco se puede poner a complicar las cosas pero no se nos debe escapar la crítica que emana del argumento… aunque lo aceptemos lúdicamente.
El asunto es que si en cada momento (des)aparece un universo alternativo, debería haber infinitos universos paralelos caminando junto al nuestro, a aquel en que nos quedamos por definición (puesto que es desde donde observamos los hechos).
¡Pero vaya!, se trata de divertirse. Por eso debemos poner en marcha el acto de volición; la aceptación por parte del espectador de las reglas implícitas del lenguaje con que se le presenta el espectáculo.
En cuanto a la relación entre los viajes temporales y los universos alternativos, ya venía esbozada en la gloriosa trilogía de Regreso al futuro. Si vuelves al pasado y cambias algo, el futuro del que provienes será un futuro alternativo. Otro universo parecido (o no) al que recuerdas, pero cambiado por culpa de tus actos. Un caso más amplio de la paradoja del abuelo al que matas antes de que tenga descendencia, esto es: a ti.
.
Recordaréis que había mencionado que Eric Stoltz era el actor que iba a encarnar al protagonista de Regreso al futuro (Back to the future) pero que al final – por problemas en el plató con Zemeckis – habían acudido a Michael J. Fox.
Lo prometido es deuda y dado que el 5 de abril de 2009 prometí decir lo que pensaba de este cambio: me definiré... Michael me cae muy bien (además resulta que es de mi quinta) pero me habría encantado que Regreso al futuro tuviera a Stoltz como protagonista. En realidad es lo mismo que pienso de Desafío Total, me habría encantado que lo hiciera cualquiera que no fuera Schwarzenegger.
El caso es que el cambio Fox-Stoltz no les pasó desapercibido a los chicos de Fringe.
Aquí os dejo una pequeña mirada al universo alternativo de Fringe en el episodio 2x16 – Peter.

Los problemas de Stoltz provienen de la característica que comparte con Peter Weller. Ambos son actores del método que consiste básicamente en fundirse con el personaje. Un actor del método querrá que durante el rodaje lo llamen y lo traten como al personaje que interpreta. Procurarán sufrir o gozar tal y como lo hace su personaje. De ahí los problemas de Weller que quería que lo llamasen Robo y que traía de cabeza a su “asesor psicológico” para ayudarle a adaptar su personalidad a la de un robot. El mismo problema planteaba Stoltz-Marty y supuso gran parte de las desavenencias entre Jane (del método) y su padre Henri Fonda (al que le parecía una tontería).
¿Son estos los dos universos alternativos de Fringe? En el nuestro aparece Michael J. Fox como protagonista de Back to the future y en "el otro" tenemos a Eric Stoltz y un "introducing" Billy Zane.
Y de regalo: la preciosa visita turística al Nueva York alternativo de Fringe 2x23.

jueves, 14 de octubre de 2010

Una inédita historia espacial: Krikalev 2

En la entrada anterior habíamos dejado a Krikalev (que se pronuncia Krikaliev y en algunos sitios se escribe Krikaliov) a la vuelta de sus 310 días de permanencia en la MIR. Acababa de aterrizar el 25 de marzo de 1992.
Como podíais sospechar por esta segunda entrada Krikaliov no se dio por vencido y ese mismo mes la NASA anunciaba que un cosmonauta experimentado viajaría con su transbordador (shuttle) Discovery.
Y en efecto Krikalev es seleccionado un año después como especialista de la misión y consigue un nuevo éxito: participar en la primera misión cooperativa entre Estados Unidos y Rusia.
Recordemos que se trataba del fin oficial de la guerra fría y este era un argumento más para escenificar la nueva amistad de las dos superpotencias.
Esta misión llamada STS-60 es la que os traigo aquí para que disfrutéis más personalmente de mi protagonista de hoy y de ayer: Krikaliev.
En esta ocasión tan solo duró una semana pero resultó muy aprovechadita: se llevaron a cabo multitud de experimentos en biología, sobre la ciencia de los materiales, sobre el escudo de la nave y en el Spacehab: una minuciosa observación de la madre Tierra.

El despegue de la STS-60



Nuestro buen amigo Krikalev monitorado por los médicos de cabo Cañaveral.

En el siguiente vídeo vemos primero a la única tripulante femenina de esta misión, la ingeniero y doctora Nancy Jan Davis. A continuación aparece nuestro amigo Krikalev en plena misión de auto afeitado.

Un precioso plano de la estación y la salida de pequeños satélites.

¿Adonde van los satelitillos cuando nacen? ¿Y el satélite grandote?

El estupendo aterrizaje del shuttle Discovery. Solo hay que compararlo con el brusco aterrizaje en la estepa rusa. Al final del vídeo sale el escudo en el que vemos perfectamente el nombre de Krikalev como cuarto especialista de la misión.


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miércoles, 13 de octubre de 2010

Una inédita historia espacial: Krikaliov

No entiendo la falta de atención que la humanidad pone en la que es, a mi modo de ver, su mayor logro, la mayor gesta, la más increíble proeza que la única raza inteligente que conocemos haya llevado a cabo jamás.
Y sin embargo, a nosotros los humanos, a los que tanto nos gustan las leyendas y los cuentos, no aprovechamos el extraordinario caudal que la simple realidad nos ofrece. No contamos las verdaderas historias que sí hemos protagonizado y que hasta al mismo Homero llenarían de admiración.
Esto es tanto más grave en cuanto que deberíamos enorgullecernos no sólo de esas proezas sino de la misma herramienta, la tecnología en sí con que las hemos podido desarrollar.
Ya defendí en otra ocasión esta rama de la sabiduría humana que la enaltece y justifica como especie por encima de todos sus innegables y criminales defectos.
La astronautica.
Sirva esto como introducción a la que me parece ha sido la más increible historia de todas las que conforman la gran evolución de la astronáutica.

En ella encontramos intriga política, constancia, supervivencia y aún queda tiempo para el amor romántico. ¿Cómo es posible que Hollywood no se haya hecho eco de ella todavía?

Os contaré esta aventura tal y como la fui descubriendo yo mismo:

Todo empezó con un artículo del periódico El PAIS fechado el 20/02/1992 firmado por el corresponsal en Moscú Sebastián Serrano.

Serguéi Krikaliov y Alexandr Vólkov, los dos cosmonautas rusos que dan cada día 16 vueltas a la Tierra a bordo de la estación espacial Mir, saldrán la próxima madrugada al espacio para limpiar los vidrios de los instrumentos ópticos y, de paso, asear las ventanas por fuera. Será su última acción antes de regresar dentro de un mes a un país que no se parece en nada al que dejaron en mayo y octubre, respectivamente. La Mir, que hoy cumple su sexto aniversario en órbita, seguirá girando con dos nuevos cosmonautas, como símbolo ya obsoleto de lo que fue un brillante programa espacial.

¿A qué ya os pica el gusanillo?
Empecé a investigar y encontré lo siguiente en la web:

Los dos astronautas, según un portavoz oficial, reparten su tiempo según el clásico canon socialista: ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de descanso. Parte de su tiempo de ocio lo dedican a hablar con radioaficionados de la Tierra, con los que mantienen largas conversaciones.

Y Krikalev tiene una cita puntual casi a diario con su porpia esposa que se agenció un equipo de radioaficionados. Pero esta es la parte romántica en la que abundaremos más adelante.

Las amistades que han ido creando con el paso de los meses pueden en algún momento llegar a ser vitales para ellos, porque desde hace dos meses no tienen comunicación directa con el control de tierra en seis de las 16 órbitas diarias; es decir, nueve horas al día. Antes, la comunicación se garantizaba a través de un satélite situado en órbita geoestacionaria, que ya no existe, y mediante estaciones terrestres y barcos situados en medio de los océanos. "Por razones económicas se tuvieron que retirar los barcos que había en el Atlántico", explica Vsévolod Látishev, del centro de control de vuelo de Kaliningrado, en las afueras de Moscú.

Y aquí tenemos la vertiente de supervivencia de esta historia:

Esa escasez de recursos ha llegado a extremos difícilmente creíbles para un ciudadano europeo occidental: la nave de carga que viajó a la estación espacial el 27 de enero no pudo llevar en sus bodegas la miel que los cosmonautas habían pedido porque no hubo manera de encontrarla en las tiendas del Estado.
"Es muy difícil conseguir miel de alta calidad", se lamentó entonces el médico Valeri Poliakov, uno de los responsables de la alimentación de los pilotos. Afortunadamente sí se pudieron colocar en órbita cebollas frescas, pimientos y limones, que les están proporcionando un aporte vitaminico esencial para su recuperación cuando regresen a la Tierra.
El lanzamiento de esa nave de carga coincidió con una jornada de protesta en el centro de Kaliningrado porque los sueldos de técnicos superespecializados están al mismo nivel de miseria que los de los trabajadores de la limpieza.
Látishev admite que la estación espacial Mir ha cumplido ya el periodo de servicio para el que fue diseñada, pero niega que sus dos habitantes sean unos rehenes espaciales que no puedan regresar en caso de emergencia, como ha afirmado algún diario editado en Francia, país que sigue muy de cerca la singladura de ese ingenio espacial porque un francés tiene previsto volar hasta él este año.El mes que viene, el que trabajará unos días en la Mir será un científico alemán. Uno y otro proporcionarán los tan necesarios ingresos en divisas. "Si no logramos la financiación suficiente, muchos logros importantes no se podrán alcanzar y todo el mundo perderá. Nuestros descendientes no perdonarán eso", dijo amargamente a Tass durante la comunicación de Año Nuevo el comandante de la nave, Alexandr Vólkov, un coronel de 43 años que ya había estado anteriormente en el espacio otras dos veces. Cuando Krikaliov voló a la Mir en mayo, Mijail Gorbachov aún agarraba con firmeza el timón de la URSS. Desde arriba vio cómo se produjo un golpe de Estado y, ya acompañado de Vólkov, cómo la URSS dejaba de ser la URSS para deshacerse en 15 Estados independientes.

En la actualidad, su futuro depende fundamentalmente de Rusia y, aunque Borís Yeltsin atacó tiempo atrás con dureza el gasto espacial, ahora parece convencido de que se ha de salvar lo que se pueda. Esta misma semana, según la agencia Interfax, va a crear la Agencia de Estudios Espaciales de Rusia, que se encargará de coordinar el complejo espacial y programar las futuras prioridades.

Pero os había prometido una historia de amor romántico:

Las restricciones telefónicas no impiden a los dos cosmonautas hablar cada semana con sus esposas, que les mantienen al tanto de los avances escolares de sus hijos. Esta es la historia más bonita jamás escrita de amor verdadero. Permitidme la cursilería. Según lo que oí por entonces en la radio, decian que unos amigos de la pareja habían conseguido un equipo radio transmisor para que la mujer de Krikalev pudiese comunicarse 'caseramente' con su hombre en el espacio. Recordad que la comunicación a través del satélite geoestacionario ya no existía puesto que nadie lo había mantenido estabilizado (giroscopios y demás) desde el control de tierra puesto que había dejado de existir. Había sido barrido por la Perestroïka. La falta de presupuestos, en realidad de dinero contante y sonante puesto que no había nadie para pagar en la taquilla de nóminas, implicaba que los mandos habían perdido sus empleos (al menos nadie les pagaba) y sus empleados también. Recordad además que por las mismas razones, habían retirado los barcos situados en el Atlántico que hacían de enlaces-receptores de las señales de la MIR.

De vez en cuando también dialogan con algún periodista. Poco antes de Año Nuevo se produjo uno de esos contactos. "La información que obtenemos en el espacio", explicó Krikaliov, de 33 años, al reportero de Tass, "es procesada en la Tierra. Así, nuestro trabajo aporta información científica y también divisas, que quiero que sirvan para financiar el desarrollo de la investigación espacial".
Krikaliov sabe muy bien lo que significa que el dinero escasee. Su regreso a casa estaba previsto para octubre, pero razones económicas obligaron a mantenerlo en la Mir "después de hablar con él y de que diera su consentimiento", explica Látishev.

El resultado de esta gesta. Su corolario o conclusión:

MOSCÚ.- El cosmonauta ruso Serguéi Krikaliov, comandante de la undécima expedición en la Estación Espacial Internacional (ISS), ha batido el récord de tiempo acumulado en el espacio. Krikalio ha superado la marca de 747 días y 14 horas establecida por el cosmonauta ruso Serguéi Avdéyev.
Familiares y amigos felicitarán a Krikaliov con motivo de su récord durante una breve sesión de radio, previa a la rutina habitual a bordo del ISS, situada en una órbita de más de 320 kilómetros de la Tierra.Un cosmonauta experimentadoKrikaliov, de 46 años, es uno de los hombres más experimentados de la brigada de cosmonautas rusos, y el único que salió al espacio siendo ciudadano soviético y volvió a la Tierra como ruso, pues siguió desde la estación espacial Mir el desmoronamiento de la URSS.Entonces, Krikalov vivió en la Mir once meses seguidos y en vuelos anteriores en 1988 y 1989 ya había acumulado 151 días en el espacio.

Interior de la MIR (módulo base) en enero de 1989: las tripulaciones Mir 24 y STS 89.

Añadiré unos pocos datos de interés que pesqué de la wikipedia en la entrada correspondiente a Sergueï Krikalov (versión francesa): En la entrada “Segunda estancia a bordo de la Mir (1991-1992)” dicen que Krikalev empieza a entrenarse en diciembre de 1990 para la novena misión MIR que constará de 10 EVAs (salidas extravehiculares). El 19 de mayo de 1991 lanzan la Soyouz TM-12 con Krikalev a bordo como ingeniero de vuelo junto al comandante Anatoly Artsebarsky y a la astronauta británica Helen Sharman.

Inciso: Helen es la primera mujer no soviética o americana que sube al espacio.
El caso es que tampoco es que se luzca demasiado (o es que no se lleva bien con Krikalev) puesto que solo permanece allá arriba una semana con los dos rusos. Y además aprovecharía para jubilarse justo al aterrizar, el 26 de mayo de 1991, cuatro días antes de su 28 cumpleaños.
Sí. A mi me parece algo sospechoso todo esto aunque tan solo expongo los datos.

Pero sigamos a Krikalev donde lo dejamos en su primera semana en la MIR en mayo de 1991:

Ese verano, Krikalev y su comandante efectuan como previsto seis EVAs para llevar a cabo tanto experimentos como tareas de mantenimiento de la estación (¿limpiar los cristales por fuera?).
Un mes después, en Julio de 1991 Krikalev acepta seguir en la MIR como ingeniero de vuelo de la siguiente tripulación prevista para octubre. La escasez de presupuesto de la rusia emperestroïkaizada empieza a hacerse notar y el recorte afecta la secuencia de las misiones por lo que se dobla la de Krikalev. Y además, tampoco preparan adecuadamente a los nuevos cosmonautas rusos por lo que aunque sube un ingeniero de vuelo con la Soyuz-13 el 2 de octubre de 1991, no tiene la experiencia suficiente para darle el relevo a Krikalev.
El caso es que el 10 de octubre de 1991 (ya van dos meses y pico de permanencia en el espacio de Krikalev) bajan a tierra los tripulantes de esta Soyuz-13 (que solo han estado una semana) acompañados por el primer comandante de Krikalev: Artsebarsky.
Pero no temáis. Krikalev tiene un nuevo comandante que se ha quedado con él en la MIR (PAZ en ruso): Volkov.
Y este es el episodio que tanto me ha llamado la atención y que habéis podido seguir gracias a los recortes informativos que os he pescado por la red de redes.
Krikalev y Volkov no bajarían a la madre tierra hasta el 25 de marzo de 1992.
Mientras tanto el control de tierra casi se olvidaría de ellos mientras la Perestroïka reseteaba el sistema político de su país y cambiaba inexorablemente la URSS en rusia.
Pero no importaba.
Krikalev conseguía comunicarse cada día con su mujer a unas horas determinadas. Aquellas en que la MIR sobrevolaba la casa donde su mujer conectaba un sencillo aparato de radioaficionado cuya antena estaba dirigida hacia el cielo.
Y Krikaliov había permanecido 310 días seguidos en la MIR.

No más de 30 minutos se demoró la Soyuz TM-13 en descender desde la Mir hasta las estepas kazajas. Sólo media hora para que Krikaliov, que en agosto cumplirá 34 años, llegara a otra realidad, a una realidad a la que quizás le cueste adaptarse.
Hoy Krikaliov regresa a un mundo completamente distinto, donde ya nada es igual. Ni siquiera en su casa. De ser una familia privilegiada, con ingresos muy por encima de los del ruso medio, los Krikaliov han pasado a tener dificultades para llegar a fín de mes. Él mismo apenas gana el equivalente a 10 dólares mensuales (unas 1.000 pesetas).
También a su hija la encontrará irreconocible, pero éste quizás sea el único cambio agradable que le espera. A Olga la dejó recién nacida cuando daba sus primeros pasos, y ahora se encontrará con un niña que ya corre por la casa y que le hace un sinnúmero de preguntas.Krikaliov, sin embargo, no cree que tendrá graves problemas de adaptación a la nueva realidad, a pesar de los temores expresados por algunos de sus colegas.
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El duro aterizaje en las estepas rusas. Sobre todo si lo comparamos con el elegante aterrizaje del Discovery que podéis ver en la entrada de mañana:

Y la acogida en tierra de Krikalev:

Una visión de conjunto del lugar estepario:

Y por fin: el alumbramiento o la salida del huevo:

"He vivido en territorio de Rusia mientras las repúblicas permanecían unidas en la URSS, y ahora regreso a Rusia, que está unida en la Comunidad de Estados Independientes, así que el cambio no ha sido tan grande", dijo Serguéi Krikaliov la semana pasada en una conferencia de prensa transmitida desde el espacio.

Este es Krikaliov justo al aterrizar en plena estepa. Las imágenes de televisión eran estremecedoras y demostraban que el hombre no esta hecho para permanecer mucho tiempo en el espacio.

Pero Krikalev no se contentaría con este record de permanencia en el espacio: lo veremos mañana.

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viernes, 8 de octubre de 2010

Mnemotecnia del sistema solar

Mis Vecinos Tienen Monedas, Así Jamás Serán Unos Niños Pobres
¿Es que lo podréis olvidar después de repetirlo varias veces? Claro que no. Ahora
ponedlo así:

Los «precios» son las distancias al Sol, en unidades astronómicas.

  • Una U.A. es la distancia promedia de la Tierra al Sol: 150 millones de Km.

Sea como sea, debes recordarlo, o no conocerás tu propia vecindad.

    • Robert A. Heinlein - Consigue un traje espacial: viajarás

miércoles, 6 de octubre de 2010

Consigue un traje espacial

Hola.

Sé que puede parecer un poco cara pero este pasaje del “Consigue un traje espacial, viajarás” de Robert A. Heinlein (sí, el de Tropas del espacio) me ha parecido tan descriptivo de lo que es un traje de astronauta que lo he troceado en pequeños capítulos para digerirlos mejor.

DESCRIPCIÓN:

Un traje espacial es un maravilloso artilugio mecánico, una pequeña estación espacial miniaturizada. El mío consistía en un casco cromado y una pieza en forma de yugo que se apoyaba sobre los hombros y continuaba en un cuerpo de silicona, amianto y tela de fibra de vidrio. Este cuerpo era rígido, a excepción de las junturas, que eran del mismo material pero «de volumen constante»: cuando doblas una rodilla, una estructura en forma de fuelle aumenta el volumen sobre la cazoleta de la rodilla en la misma cantidad que se comprime su espacio posterior. Sin esto, un hombre no sería capaz de moverse; la presión en el interior, que puede ascender hasta algunas toneladas, lo mantendría rígido como una estatua. Estos compensadores de volumen estaban recubiertos por unos refuerzos de duraluminio; incluso las junturas de los dedos tenían unas placas pequeñas de duraluminio sobre los nudillos.

Tenía un pesado cinturón de fibra de vidrio con soportes para sujetar las herramientas, y estaba provisto de correas para hacer los ajustes correspondientes a la altura y al peso. Había una mochila, ahora vacía, para las botellas de aire, y bolsillos interiores y exteriores con cierres de cremallera para llevar las baterías y otras cosas parecidas. El casco se desplazaba hacia atrás, llevando con él una pieza pectoral que salía del yugo de los hombros. La parte frontal se abría mediante dos cierres herméticos de cremallera, lo que dejaba una puerta por donde retorcerse hasta meterse dentro. Con el casco asegurado y las cremalleras cerradas era imposible abrir el traje si había presión en su interior. Unos interruptores iban montados en el yugo de los hombros y en el casco; el casco era monstruoso. Contenía un depósito de agua para beber, suministradores de píldoras, seis a cada lado, una placa de mentón en la derecha para cambiar la radio de «recepción» a «emisión», otra en la izquierda para aumentar o disminuir el flujo de aire, un polarizador automático para las lentes frontales, micrófono y auriculares, espacio para los circuitos de la radio en un bulto en la parte posterior de la cabeza, y un cuadro de instrumentos en forma de arco sobre la cabeza. Los diales de los instrumentos iban al revés porque en un espejo interior colocado delante de la frente del viajero espacial eran reflejados hasta una distancia aparente de los ojos de unos treinta y cinco centímetros. Sobre la lente, o ventana, había un par de faros gemelos. Encima llevaba dos antenas: una en punta para la transmisión y otra en forma de bocina que emitía microondas como una ametralladora y que se podía dirigir con sólo ponerse en la dirección de la estación receptora. La antena de la bocina estaba blindada excepto en su extremo abierto. Esto lo hacía parecer tan atiborrado como el bolso de una mujer, pero todo era hermosamente compacto; tu cabeza no tocaba nada cuando mirabas a través de la lente. Pero podías echar la cabeza hacia atrás y ver los instrumentos reflejados, o inclinarla hacia adelante para operar con los controles de mentón, o simplemente girar el cuello para alcanzar la tetilla del agua o las píldoras. En todo el espacio sobrante había un acolchado de gomaespuma para evitar que la cabeza se golpeara, pasara lo que pasara. Mi traje era como un coche de lujo, el casco como un reloj suizo. Pero faltaban las botellas de aire; lo mismo sucedía con el equipo de radio, sólo quedaban las antenas; el haz de radar y la pantalla del radar de emergencia habían desaparecido, los bolsillos interiores y exteriores estaban vacíos, y en el cinturón no había herramienta alguna. El manual explicaba lo que debería haber, pero era como un coche medio desguazado. Decidí que no tenía más remedio que hacerlo funcionar correctamente. Primero lo lavé completamente con Clorex para eliminar el olor a tigre enjaulado. Luego me ocupé del sistema de aire.

EL AIRE:

Fue muy conveniente el que hubieran incluido aquel manual; la mayor parte de las cosas que yo creía saber sobre los trajes espaciales no eran ciertas. Un hombre utiliza diariamente casi un kilo y medio de aire: kilos masa, no kilos por centímetro cuadrado. Podríamos suponer que un hombre podría transportar oxígeno para todo un mes, especialmente en el espacio, donde la masa no tiene peso, o en la Luna donde un kilo y medio masa sólo pesa un cuarto de kilo. Bien, esto es correcto para las estaciones espaciales, o los barcos, o los hombres-rana: hacen pasar el aire a través de lechada de cal para eliminar el anhídrido carbónico y volverlo a respirar. Pero no es así en los trajes espaciales.

EL FRÍO: (esto le interesará a quién se acuerde de esta entrada)

Incluso hoy, la gente habla del «terrible frío del espacio exterior» pero el espacio es el vacío, y si el vacío fuera frío, ¿cómo podría un recipiente termo conservar caliente el café? El vacío es nada, no tiene temperatura, únicamente aísla. Unas tres cuartas partes de los alimentos que tomamos se convierten en calor, lo que es mucho calor, y bastaría para fundir cada día más de veinte kilos de hielo. Parece exagerado ¿verdad? Pero cuando tenemos un fuego rugiente en el horno, estamos enfriando nuestro cuerpo; incluso en invierno mantenemos las habitaciones unos 15 grados por debajo de la temperatura de nuestro cuerpo. Guando graduamos el termostato de la calefacción, estamos escogiendo una velocidad de enfriamiento más confortable. Nuestro cuerpo produce tanto calor que debemos desprendernos de él, exactamente como hemos de enfriar el motor de un automóvil. Desde luego, si lo hacemos demasiado aprisa, digamos por ejemplo en una ventisca por debajo de cero grados, podemos quedar congelados, pero el problema usual en un traje espacial es evitar el resultar hervido como una langosta. Se tiene el vacío por todos lados y resulta difícil desprenderse del calor. Una parte se va por radiación, pero no la suficiente, y si se está a la luz del sol, se recoge más calor del que se radia. Por este motivo las naves espaciales se pulen como espejos.

¿Entonces, qué podemos hacer?

Bien, no podemos llevar, bloques de veinte kilos de hielo. Nos deshacemos del calor utilizando los mismos procedimientos que usamos en la Tierra: por convección y por evaporación. Mantenemos el aire en circulación sobre nosotros para que el sudor se evapore y nos enfríe. Oh, aprenderán a construir trajes espaciales que puedan reciclar el aire tal como ocurre en las naves espaciales, pero hoy por hoy, el sistema más práctico es dejar que el aire utilizado escape del traje, arrastrando con él el sudor, el anhídrido carbónico, y el exceso de calor, malgastando con ello la mayor parte del oxígeno.

EL AIRE:

Existen otros problemas. El Kg. por centímetro cuadrado que hay a nuestro alrededor incluye una quinta parte (200 gramos por centímetro cuadrado) de presión de oxígeno. Nuestros pulmones pueden funcionar con menos de la mitad de esto, pero sólo un indio del altiplano andino puede sentirse cómodo con 140 gramos por centímetro cuadrado de presión parcial de oxígeno. En 70 gramos por centímetro cuadrado está el límite. Una presión inferior a ésta sería incapaz de hacer circular el oxígeno en la sangre. Esta es aproximadamente la presión en la cima del Everest. Mucha gente sufre de hipoxia (escasez de oxígeno) mucho antes de esto, por lo que lo mejor es usar más de 140. Con el oxígeno hay que mezclar un gas inerte porque el oxígeno puro puede producimos dolor de garganta, emborracharnos o llegar a provocarnos unos terribles calambres. No se debe usar nitrógeno (que es lo que hemos respirado durante toda nuestra vida) porque puede formar burbujas en la sangre si disminuyera la presión y dejarnos inválidos con la parálisis llamada «del buzo». Hay que utilizar el helio, que no causa este efecto; aunque dé un tono chirriante a nuestra voz ¿quién va a preocuparse por esto?

Se puede morir por falta de oxígeno, resultar envenenado por exceso de oxígeno, quedar inválido a causa del nitrógeno, ahogarse o resultar envenenado por el anhídrido carbónico, deshidratarse, o tener una fiebre mortal. Cuando terminé la lectura del manual no comprendía cómo alguien podía seguir vivo en alguna parte, y mucho menos dentro de un traje espacial.

Pero tenía frente a mí un traje que había protegido a un hombre en el espacio exterior, durante centenares de horas. Así es como se pueden vencer estos peligros: llevando botellas de acero en la espalda, cuyo contenido sea «aire» (oxígeno y helio) a ciento cincuenta atmósferas. Sale de ellas mediante una válvula de reducción que lo suministra a unas 10 atmósferas, a una segunda válvula de reducción, del tipo de «demanda» que lo suministra a medida que se consume y que mantiene la presión dentro del casco de modo que la presión parcial del oxígeno se mantenga en los 140 gramos por centímetro cuadrado. Si colocamos alrededor del cuello un collar de goma de silicona que tenga unos pequeños agujeros para que la presión en el cuerpo del traje sea inferior, el movimiento del aire se hará más rápido; entonces la evaporación y el enfriamiento serán mayores mientras que el esfuerzo para doblarlo será menor. Añádanse válvulas de escape, una en cada muñeca y en cada tobillo (que deberán dejar pasar tanto agua como gas porque el usuario puede estar bañado en sudor hasta los tobillos). Las botellas son grandes y poco elegantes, pesan casi treinta kilogramos y cada una contiene sólo unos 2 kilos masa de oxígeno a pesar de que se encuentre a tan alta presión; en vez del suministro para un mes, se tiene sólo el de unas pocas horas: Estaba previsto que mi traje sirviera para ocho horas con las botellas con que había estado equipado. Pero en él se podía estar seguro durante estas horas... si todo funcionaba bien. Se puede alargar este tiempo, porque uno no se muere demasiado aprisa por recalentarse y se puede resistir un exceso de anhídrido carbónico incluso por más tiempo... pero si se acaba el oxígeno uno se muere al cabo de siete minutos más o menos. Lo que nos deja donde empezamos: el oxígeno es necesario para mantenerse vivo. Para estar seguros de que estamos recibiendo suficiente cantidad de oxígeno (el olfato no lo indica) se engancha una pequeña fotocélula en la oreja para que vea el color de la sangre, el color rojo de la sangre mide el oxígeno que lleva. Se conecta a un galvanómetro. Si la aguja alcanza la zona de peligro, ya puedes empezar a rezar. Aproveché mi día de fiesta para ir a Springfield, con las conexiones de manguera del traje, y fui de compras. Escogí de segunda mano, en una tienda de soldadura, dos botellas de acero de setenta y cinco centímetros de largo, y me hice mal ver, por insistir en que se hiciera una prueba de presión. Las llevé a casa en el autobús, me apeé en el garaje de Pring y encargué que las llenaran a quince atmósferas. Mayores presiones, u oxígeno, o helio, podría conseguirlos en el aeropuerto de Springfield, pero todavía no los necesitaba. Cuando llegué a casa, cerré el traje y bombeé aire en su interior con una bomba de bicicleta hasta conseguir dos atmósferas absolutas, o sea una atmósfera relativa, lo que me proporcionó un ensayo con carga de casi cuatro veces las condiciones del espacio. Después me dediqué a las botellas. Era preciso que quedaran brillantes como un espejo, puesto que no podía permitir que recogieran el calor del sol. Limpié, rasqué y froté con un cepillo de alambres. Las pulí además como preparación para niquelarlas.

Al día siguiente por la mañana, Óscar El Hombre Mecánico, estaba en estado de revista.

El conseguir que aquel viejo traje fuera no sólo hermético para el aire, sino que también lo fuera para el helio, resultó el mayor de los dolores de cabeza. El aire no es malo, pero la molécula de helio es tan diminuta y tan ágil que escapa directamente a través del caucho corriente, y yo quería que aquella reparación quedara perfecta, y no solamente lo bastante bien como para actuar en casa, sino que estuviera en condiciones de hacerlo en el espacio. Las juntas estaban deterioradas y presentaban pequeñas fugas de localización casi imposible.

Tuve que obtener directamente de Goodyear unas juntas nuevas de caucho de silicona y pegamento y tela para parches ya que las tiendas de las ciudades pequeñas no comercian con estas cosas. Les mandé una carta explicando lo que quería y para qué lo quería, y ni siquiera me las cobraron. Además me enviaron algunas fotocopias ampliando las explicaciones del manual.

A pesar de todo, no resultó fácil. Pero por fin llegó el día en que Óscar quedó lleno de helio a dos atmósferas absolutas.

Al cabo de una semana, se mantenía tan estanco como un neumático de seis telas.

Aquel día me vestí con Óscar como un medio ambiente auto-suficiente. Ya lo había llevado varias horas sin el casco, trabajando en el taller, manejando las herramientas con la dificultad que representaban los guantes, colocando correctamente las regulaciones para la altura y talla. Fue como si estrenara unos patines de hielo nuevos, y al cabo de poco tiempo ya casi no me daba cuenta de que lo llevaba puesto. Hasta en una ocasión fui a cenar revestido con él. Papá no dijo nada, y mamá tuvo el tacto social de un embajador; descubrí mi despiste al desplegar la servilleta.

En aquella ocasión, dejé escapar el helio en la atmósfera, monté las botellas cargadas con aire y me vestí completamente. Luego enclavé el casco y accioné los cierres de seguridad.

El aire silbó suavemente dentro del casco, su fluir estaba regulado por la válvula de demanda que se accionaba por la dilatación y la contracción de mi pecho. Podía graduarla a una velocidad mayor o menor mediante el control de mentón. Así lo hice, vigilando el indicador cuya imagen aparecía en el espejo, dejándolo subir hasta que tuve una presión absoluta de una atmósfera y un tercio en el interior. Esto me daba un tercio de atmósfera más que la presión que había en el exterior del traje, que era lo más cerca que podía lograr de las condiciones del espacio, sin estar en el espacio. Pude notar que el traje se inflaba y sus articulaciones dejaron de ser flojas y fáciles. Nivelé el ciclo a un diferencial de un tercio de atmósfera e intenté desplazarme.

LA PRUEBA:

Equipado completamente, con las botellas en mi espalda, pesaba más del doble de lo que pesaba desnudo. Además de esto, a pesar de que las articulaciones eran de volumen constante, el traje no se manejaba con la misma facilidad cuando estaba con presión. Cálzate unas pesadas botas de pescador, ponte un abrigo y unos guantes de boxeo, encasquétate un cubo en la cabeza, y luego pide a alguien que te ate dos sacos de cemento sobre los hombros, y podrás saber lo que es un traje espacial a gravedad uno. Pero diez minutos después ya me las arreglaba bastante bien, y al cabo de media hora me parecía que lo había llevado toda la vida. El peso no era excesivo al estar bien repartido (y sabía que no sería tan grande en la Luna). El problema de las articulaciones era solo cuestión de acostumbrarse a un mayor esfuerzo. Me costó mucho más aprender a nadar.

Era un día que levantaba ampollas; salí y mire hacia el Sol.

El polarizador eliminó el resplandor y fui capaz de mirarlo directamente. Miré hacia un lado, el polarizador se normalizó y ya pude ver lo que había a mi alrededor.

Me mantenía frío. El aire, enfriado por la expansión semiadiabática (así lo ponía en el manual), enfriaba mi cabeza y corría por todo el traje, llevándose el calor corporal y el aire ya usado por las válvulas de escape. El manual explicaba que los elementos calefactores se conectaban muy pocas veces, puesto que el problema usual era el librarse del calor; decidí que conseguiría hielo seco para forzar una prueba del termostato y del calefactor. Probé todo cuanto se me ocurrió. Un riachuelo corría por detrás de nuestra casa, y tras él había un prado. Chapoteé en el agua, perdí pie y caí. Lo peor era que nunca podía ver dónde ponía los pies. Una vez que hube caído, me quedé así durante cierto tiempo, casi flotando, pero sumergido en gran parte. No me mojé, no sentí calor, no sentí frío, y mi respiración era tan fácil como siempre, aunque el agua brillara sobre mi casco. Salí con dificultad del agua y resbalé de nuevo, golpeando mi casco contra una roca. No hubo daños, Óscar estaba construido para resistirlo. Estiré mis rodillas debajo de mí, me levanté, y crucé el prado, tropezando con los desniveles pero sin volverme a caer. Allí había un pajar y me introduje en él hasta que quedé enterrado.

Aire fresco... ningún inconveniente, sin sudar.

Después de tres horas me despojé de él. El traje tenía dispositivos de emergencia como el traje de cualquier piloto, pero todavía no los había revisado, y por eso preferí salirme de él antes de que se agotara el aire. Cuando lo dejé colgado en el perchero que había construido, le di unos golpecitos en el yugo de los hombros.

-Óscar, eres perfecto -le dije-.

Si os ha gustado este pasaje de “Consigue un traje espacial, viajarás” de Robert A. Heinlein, os gustará esta entrada.

sábado, 2 de octubre de 2010

Churros en Becerril de la Sierra

Ya son diecisiete años en los que por estas fechas me mudé a esta excelentísima villa de la comunidad de Madrid cuyo nombre es Becerril de la Sierra.
Como no podía ser de otro modo, y siendo la curiosidad una de las causas de la muerte accidental de los gatos, no tardé mucho en preguntarme acerca del gentilicio del lugar.

Dado que tengo la buena costumbre de acudir a los inapreciables consejos de los señores (y señoras) de la R. A. E., fui eficaz y adecuadamente informado de que no existe un registro, o norma alguna, acerca de las denominaciones autóctonas de cada ciudad, pueblo, aldea o villa que forman parte de la geografía de nuestro
país.

Al parecer se trata más bien de preguntar a las gentes del lugar por la forma que tienen de llamarse a sí mismos (v. nota al final).

Así lo hice.
Sé que todos esperáis, tal y como lo hacía yo, que al ir a vivir a Becerril de la Sierra me convertiría en un becerro.
No se me van a caer los anillos por decirlo alto y claro.

Además, un becerro no tiene nada de malo: esta el Becerro de oro por ejemplo.

Pero no.


Churros.


Los habitantes de Becerril de la Sierra nos llamamos churros.


No lo entendía muy bien así que investigué y esto fue lo que descubrí:


Churro:
  • 1 - Fruta de sartén, de la misma masa que se emplea para los buñuelos y de forma cilíndrica estriada.
  • 2 - chapuza.
  • 3 - Acierto casual.
  • 4 - Con mucha facilidad.
    • Esos discos se han vendido como churros.
  • 5 - (Prerromano) surro, sucio, suciedad.
    • Dicho de un carnero o de una oveja: Que tiene las patas y la cabeza cubiertas de pelo grueso, corto y rígido, y cuya lana es basta y larga. Se dice de esta lana.
  • 6 - Aragoneses y habitantes de la parte montañosa del reino de Valencia: Que hablan castellano con rasgos aragoneses.
  • 7 - añojo.
  • 8 - cárcel (de presos como carneros).
Y yo añado:

Investigando un poco más:
Becerril de la Sierra:
(Prerromano) surro = sucio, suciedad > (cast. ant.) churre = pringue gruesa y sucia > Churro = becerro cubierto de pelo grueso.
  • Sus habitantes se autodenominan Churros por su acepción como becerro.

Bueno diréis: quedamos en que a un carnero se le puede llamar churro (por sucio).
De ahí deduje que era cómodo llamar churro en lugar de becerro a un habitante de Becerril.
Ahora bien: ¿Qué tiene que ver el macho de la oveja (carnero) con la cría de la vaca (becerro = ternero)?
Esta cuestión me lleva a investigar el siguiente dicho que va de churros y merinas.
Se trata de no confundir las ovejas churras con las merinas:
  • churras: (Prerromano) surro, sucio, suciedad > (cast. ant.) churre = pringue gruesa y sucia > autóctonas de Castilla de lana larga basta y con manchas. Buenas por su leche y su carne.
  • merina: (Lat.) major = el mayor > Maire (fr) > (Ing.) major = alcalde > autóctonas de Andalucía, de lana rizada suave y sin manchas. Buenas por su lana.
No interesa pués mezclar churras (sucias) y merinas (mayores o mejores; alcaldesas) porque obtendríamos peor lana que la merina pura, y la carne y los quesos serían menos sabrosos que los obtenidos con ovejas churras.
  • Este dicho se utilizaba principalmente en alusión a no mezclar el vulgo con las personas principales.
Notas finales:
1 - Maire (fr)
(Lat. Ing.) major = el mayor > (Fr.) maire = alcalde en francés.
2 -
Asimismo = también = además
Así mismo = de esa misma manera
A sí mismo = a él mismo.

Y para que no digais que no investigo a fondo: aqui os dejo las demás razas de ovinos de Castilla y León.