viernes, 23 de octubre de 2015

Los Poderosos - Acto V



Leíamos ayer el ACTO IV así que hoy vamos a por el

QUINTO ACTO



EL INCIDENTE



        

         Memento (fumando un porro): Dime Pen, ¿qué ocurriría si no tuviéramos todos tan buena voluntad?



         Pensadora: ¿A qué te refieres Mem?



         Memento: Bueno, ya sabes... si pensáramos utilizar nuestros poderes para fines ilícitos o egoístas. Yo por ejemplo podría intentar recordar una gachí de aquí te espero y pasármelo chachi de quita y pón.



         Hablador (distraído, leyendo un libro): De verdad que mejoras tu dialéctica día a día querido amigo.



         Soñadora (maternal): ¿Te importa qué cada cual se exprese a su gusto? Me parece que es mucho más divertido su jerga que tu dialéctica.



         Hablador (conciliador y leyendo sin levantar la vista): Bueno, para gustos están los colores ¿no?

         Pensadora: Bueno, no es Dirac pero haciendo un esfuerzo se le puede entender (dirigiéndose a Memento) y creo que te entiendo demasiado bien Mem. Pero creo que no necesito responderte porque lo puedes hacer tu mismo  ¿no crees?



         Memento (colgadillo): Pues si te digo la verdad, tal y como lo veo (señalando el porro)... no lo veo como tal.



         Hablador (riéndose bajito): ¡Ja, ja, ja! Chico si sigues tan ciego, no sé si volverás a ver nunca más ni tal ni cual.



         Soñadora: ¿Quieres dejarlo en paz? A mi me ha parecido una muy buena salida.



         Hablador: Si claro, muy elaborada.



         Pensadora: Bueno, ya esta bien. Podríais seguir un poco el difuso pensamiento de Mem, creo que nos interesa a todos.



         Hablador (cínico): ¿Te refieres a lo de convertirnos en super malvados de comics? Yo me pido Doctor Muerte porfi.



         Pensadora (divertida): Muy gracioso Hab. Pero en serio; ¿qué creéis que nos ha impedido hasta ahora portarnos mal, aprovecharnos de nuestros terribles poderes?



         Memento (que sigue fumando): ¿El cague de pifiarla?.



         Pensadora: No es mala respuesta.



         Hablador: Ni buena.



         Soñadora (categórica): Muy original.



         Pensadora: No, en serio, ¿puedes desarrollar tu respuesta Mem?



         Memento (con voz cansada): Pues no, creo que no.



         Soñadora (anticipándose a Hablador que ríe por lo bajini): ¡Ni se te ocurra!.



         Pensadora: Contesta entonces tu Sonia.



         Soñadora (puede estar abrazada a Memento): Bueno, creo que está claro ¿no?



         Hablador (irónico): Nooo.



         Soñadora (evidentemente a Hablador): ¡Ya está bien! Sabes perfectamente a lo que se refiere cuando habla de pifiarla. Eso es precisamente lo que estás a punto de hacer y es lo que me voy a ver forzada a soñar la próxima noche. No por nada, se trata simplemente de mi subconsciente.



         Hablador (apartando el libro de su mirada): ¿Me amenazas de veras? ¿Quieres que te diga alguna pifia bien pifiada acerca de ti misma? ¿Quieres que te la diga?



         Memento (levantándose del suelo exaltándose): No. No creo que puedas decir ninguna tontería más después de que me acuerde de partirte la puta boca.



         Acercándose los dos contrincante de manera amenazadora.



         Pensadora (acercándose para separarlos): ¡He chicos, tranquilos, (dirigiéndose a Memento) tranquis tronquis ¿vale?!



         Memento y Hablador (avergonzados): Vale piva. – De acuerdo, perdona (respectivamente).



         Pensadora: Venga, daos la mano y preguntaos como es que no habéis utilizado realmente vuestros poderes para deshaceros mutuamente. Esto reza también por ti Sonia.



         Se dan la mano realmente afectuosamente e incluso se abrazan con gran profusión de palmaditas en la espalda.



         Soñadora (mirando mal a Hablador): Que sepáis que no me creo ni por un secundo que hayáis montado todo este rollo solo para demostrar que no ibais a utilizar vuestros poderes.



         Pensadora: Bueno, dejémoslo correr ¿quieres?



         Soñadora (aviniéndose): Quiero. De acuerdo. ¿Realmente te interesa saber por qué creo que no utilizamos nuestros poderes para destruirnos?

        

         Pensadora: Eso he dicho.



         Soñadora: Porque básicamente somos buenos, buena gente. No sé si tiene que ver con nuestra forma de ser, con nuestra educación o si es inherente a nuestros poderes. Bien pudiera ser un seguro impuesto por la naturaleza a modo de control, como el seguro de una pistola. Simplemente somos buenos para estar controlados puesto que las consecuencias de nuestros desmanes serían aterradores. Imagínate que yo soñara que no existe nada de lo que nos rodea, que solo existo yo.



         Memento (pensativo y algo asustado): O que yo lo recordara... todo lo que recuerdo existe inmediatamente.



         Hablador (burlesco): Eso le ocurre a todo el mundo. Todo lo que recordamos es lo que existió, todavía nadie recuerda lo que existirá. (normal) De todas formas vosotros dos (refiriéndose a Memento y Soñadora) no tenéis tanta culpabilidad moral como Pen o yo. Vuestros poderes no dependen exactamente de vuestro conciente. Nadie os culparía por soñar o recordar el fin del mundo ¿no?



         Memento: No te burles Hab. ¿Crees de veras que no tenemos responsabilidad sobre lo que soñamos o recordamos? (dirigiéndose al público) - y digo tenemos porque no hace falta tener poderes para ello. ¿No somos acaso nosotros cuando soñamos o recordamos? ¿Puedes sostener por un momento siquiera que caemos literalmente en los brazos de Morfeo y que las Parcas tejen nuestros sueños sin que podamos remediarlo?



         Hablador: Pues no me parece que se pueda influir mucho en nuestros recuerdos y mucho menos en nuestros sueños.



         Soñadora: Yo, sin embargo, creo que  la sutileza de nuestros poderes nos hace precisamente mucho más responsables de ellos que vosotros dos, (aquí puede hacer el hortera gesto de las comillas) “los concientes”, de los vuestros. Creo sinceramente que es más peligroso soñar o recordar que hablar o pensar y desde luego que es mucho más difícil controlar los sueños y los recuerdos que los pensamientos o las palabras.



         Pensadora: Estoy bastante de acuerdo con eso Sonia. Solo una cosa si me lo permitís; ¿qué os parece mi escala de responsabilidad relativa a nuestros poderes?: Soñar; pensar, recordar y hablar.



         Hablador: ¿De menos a más?



         Pensadora: De más a menos.



         Hablador: Fatal.



         Pensadora: ¿Fatal qué?



         Hablador: El baremo. ¿Qué sino?



         Pensadora: Bueno, piensa lo que quieras. Supongo que no te influirá el hecho de que seas el último de la fila ¿verdad? De todas formas, escuchad mi razonamiento: Creo que Soñar – o mejor dicho – controlar los sueños tiene realmente la mayor de las dificultades y no me extiendo porque me parece obvio (los demás afirman). Luego viene Pensar: Controlar los pensamientos, los concientes tanto como los subconscientes, es una tarea ligeramente menos difícil, aunque no mucho menos si tenemos en cuenta de que en la fase despierta también soñamos algo. ¿Nunca os quedáis embobados mirando en la lejanía a plena luz del día? Recordar: Después vendría el reino de los recuerdos. Este es bastante más sutil de explicar puesto que la gente suele creer que la memoria es una especie de video en el que grabamos perfectamente los hechos tal cual acontecen. (dirigiéndose a Memento) Bien sabes tú que no es así en absoluto. La memoria en verdad está más cerca del reino de los sueños que del del pensamiento puesto que reinterpreta, a menudo muy a la ligera, los hechos en que se inspira. ¿Quién no ha vuelto en la madurez al lugar que no pisaba desde crío y se ha sorprendido de lo poco que se correspondía con sus recuerdos?; el portal de la casa era en realidad mucho más pequeño; la ventana estaba a la derecha y no encima como lo hubiese asegurado... en fin, entendéis lo que os digo.



         Soñadora: Si. Las emociones influyen - incluso mucho - en la manera de recordar las cosas. Si uno visita una ciudad con la persona inadecuada podrá guardar un muy mal recuerdo de ella mientras que si fuera con la persona amada recordaría siempre la peor ciudad del mundo como la más bonita.



         Pensadora: Vais captando lo que estoy pensando.



         Hablador: ¿Y a mi, querida, que me dejas para el final?



         Pensadora: No lo tomes a mal cariño. Solo estoy exponiéndoos un baremo de responsabilidades, no de importancia ni de notoriedad. Quede claro que cada uno de nuestros poderes tiene su preponderancia sobre los demás en uno u otro terreno. No se trata aquí de darnos importancia a unos más que a otros. Por lo demás soy una ferviente defensora de la igualdad entre todos los seres vivos del universo. Nadie tiene menos importancia que nadie en el designo del gran proyecto de la evolución. Todos tenemos nuestro lugar en él. Por eso considero que las guerras son una aberración; así como los ninguneos; el racismo o el ostracismo. Creo que sería conveniente que cada cual fuese conciente del diminuto lugar que todos ocupamos en la gran aventura del desarrollo humano. Puede que Alejandro Magno pensara que se situaba por encima del común de los mortales cuando intentó conquistar la totalidad del mundo conocido en su tiempo. ¿Qué queda de aquello? No niego que su labor fuese extraordinaria y preponderante. En realidad mucho de lo que somos ahora se lo debemos a él. Lo mismo que Francia todavía siente la influencia de las notables reformas sociales impuestas por Napoleón. ¿Y qué? ¿Quién sino algunos historiadores recuerdan realmente lo que en su día se definió como la mayor revolución? Pasa el tiempo, pasa la vida, pasan los hombres, ¿y nada de lo que nos parezca tan notable como para obnubilar a toda una época permanece en realidad? Solo quedan los pesares del pueblo. Solo queda su desgracia. ¿Cuánta gente sufrió las ansias imperiales de Alejandros o Napoleón? Murió mucha gente por sus devaneos delirantes. Quedaron muchas viudas y huérfanos que no constan ni destacan en los libros de historia salvo quizás transformados en meras estadísticas. Y lo más gracioso es que ellos, los líderes, también han muerto. Esto es: lo que quiero decir es que todos los iluminados de la historia han arrastrado con ellos a gente humilde como vosotros y como yo. Y han muerto como todos sus contemporáneos, como todos morimos día a día. Pido por favor, de verdad lo pido: dejadnos en paz iluminados del universo que preferimos la vida a la gloria, sobre todo nuestra vida a vuestra gloria, preferimos la vida a la muerte, es así de simple, ¿por qué hemos de morir para mayor gloria de vuestras mercedes? Nada ganamos con vuestras guerras. Si ganáis la victoria es vuestra y si perdemos, la muerte es nuestra.



         Aplauden los demás afirmando con el gesto



         Hablador: Ya pero el caso es que el Habla te parece la última de las virtudes.



         Pensadora: No creo que haya sugerido tal cosa en ningún momento querido Hab, ¿no te parece?



         Hablador: Bueno...



Pensadora: Es más, creo poder decir que me parece al contrario una gran virtud puesto que es el habla la que redunda a todas las demás facultades de la razón.



Hablador: ¿Y eso de ponerme el último de la fila como dices?



Pensadora: Ya te lo he dicho; no se trata de ti ni de tu poder. La escala se refería a la dificultad inherente de alguno de nuestros poderes a ser controlados y creo sinceramente que hablar es el último de todos puesto precisamente que es la facultad que redondea todos los demás. Primero soñamos y pensamos, luego recordamos y sentimos (ese poder es universal y (señalando a todo el teatro) nos compete a todos). Al final, si queremos hablamos. Ese es siempre el corolario, la guinda, la conclusión, el desenlace...



Hablador: ¡Vale, vale, vale! No me humilles más, ya te hemos entendido.





                                      SEXTO ACTO


                                      EL ACCIDENTE

seguirá

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