Estoy leyendo un buen libro de divulgación científica de Bill Bryson cuyo título es Una breve historia de casi todo.
Muy aconsejable en todos los sentidos.
Os dejo un pequeño resumen para abrir boca: lo he elaborado de tal manera que podáis leer cada párrafo a modo de sentencia diferenciada, interesante y auto consistente.
Y como siempre, si clicais sobre las fotos las podréis ver a mayor tamaño.
Y como siempre, si clicais sobre las fotos las podréis ver a mayor tamaño.
Por mucho que te esfuerces, nunca serás capaz de hacerte cargo de qué pequeño, qué espacialmente insignificante es un protón: sencillamente demasiado pequeño.
Un protón es una parte infinitesimal de un átomo, que es en sí mismo, por supuesto, una cosa insustancial.
Los protones son tan pequeños que una pizquita de tinta, como el punto de esta «i», puede contener unos 500.000 millones de ellos.
El espacio es sencillamente enorme... Incluso en el caso de que viajásemos a la velocidad de la luz (300.000 kilómetros por segundo), tardaríamos siete horas en llegar a Plutón.
Pero no podemos aproximarnos siquiera a esa velocidad. Tendremos que ir a la velocidad de una nave espacial, y las naves espaciales son bastante más lentas. La velocidad máxima que ha conseguido hasta el momento un artefacto humano es la de las naves espaciales Voyager 1 y 2, que están ahora alejándose de nosotros a unos 56.000 kilómetros por hora. Aun así, tardaron nueve años en llegar a Urano y doce en cruzar la órbita de Plutón.
La mayoría de los mapas que se ven en las clases muestra los planetas uno detrás de otro a intervalos de buena vecindad - los gigantes exteriores llegan incluso a proyectar sombras unos sobre otros en algunas ilustraciones -, pero se trata de un engaño necesario para poder incluirlos a todos en la misma hoja.
La mayoría de los mapas que se ven en las clases muestra los planetas uno detrás de otro a intervalos de buena vecindad - los gigantes exteriores llegan incluso a proyectar sombras unos sobre otros en algunas ilustraciones -, pero se trata de un engaño necesario para poder incluirlos a todos en la misma hoja.
En verdad, Neptuno no está un poquito más lejos que Júpiter. Está mucho más allá de Júpiter, cinco veces más que la distancia que separa a Júpiter de la Tierra, tan lejos que recibe sólo un 3 % de la luz que recibe Júpiter.
Las distancias son tales, en realidad, que no es prácticamente posible dibujar a escala el sistema solar. Aunque añadieses montones de páginas plegadas a los libros de texto o utilizases una hoja de papel de cartel realmente muy grande, no podrías aproximarte siquiera.
En un dibujo a escala del sistema solar, con la Tierra reducida al diámetro aproximado de un guisante, Júpiter estaría a 300 metros de distancia y, Plutón, a 2, 5 kilómetros —y sería del tamaño similar al de una bacteria, así que de todos modos no podrías verlo—. A la misma escala, Próxima Centauri, que es la estrella que nos queda más cerca, estaría a 16.000 kilómetros de distancia.
Cuando llegásemos a Plutón, nos habríamos alejado tanto del Sol —nuestro amado y cálido Sol, que nos broncea y nos da la vida—, que éste se habría quedado reducido al tamaño de una cabeza de alfiler. Sería poco más que una estrella brillante.
Plutón puede ser el último objeto que muestran los mapas escolares, pero el sistema solar no termina ahí. Ni siquiera estamos cerca del final al pasar Plutón. No llegaremos hasta el borde del sistema solar hasta que hayamos cruzado la nube de Oort, un vasto reino celestial de cometas a la deriva, y no llegaremos hasta allí durante otros —lo siento muchísimo— 10.000 años.
La unidad básica de medición en el sistema solar es la Unidad Astronómica, UA, que representa la distancia del Sol a la Tierra. Plutón está a unas 40 UA de la Tierra y, el centro de la nube Oort, a unas 50.000 UA. En definitiva, muy lejos.
La misión tripulada a Marte, solicitada por el primer presidente Bush en un momento de atolondramiento pasajero, se desechó tajantemente cuando alguien averiguó que costaría 450.000 millones de dólares y que, con probabilidad, acabaría con la muerte de todos los tripulantes —su ADN se haría pedazos por la acción de las partículas solares de alta energía de las que no se los podría proteger-.
La misión tripulada a Marte, solicitada por el primer presidente Bush en un momento de atolondramiento pasajero, se desechó tajantemente cuando alguien averiguó que costaría 450.000 millones de dólares y que, con probabilidad, acabaría con la muerte de todos los tripulantes —su ADN se haría pedazos por la acción de las partículas solares de alta energía de las que no se los podría proteger-.
Basándonos en lo que sabemos ahora y en lo que podemos razonablemente imaginar, no existe absolutamente ninguna posibilidad de que un ser humano llegue nunca a visitar el borde de nuestro sistema solar... nunca. Queda demasiado lejos.
Os dejo aquí el analema de marte que he transformado en gif para que se vea animado:
En astronomía, el analema (en inglés analemma, con dos emes) es la curva que describe la posición del Sol en el cielo si todos los días del año se lo observa a la misma hora del día (tiempo civil) y desde el mismo lugar de observación. El analema forma una curva que suele ser, aproximadamente, una forma de ocho (8) o leminiscata. Pueden observarse analemas en otros planetas del Sistema Solar, pero poseen una forma diferente al observado en la Tierra, pudiendo llegar a ser curvas diferentes de un ocho (en Marte es muy similar a una gota de agua), aunque poseen como característica común: ser siempre cerradas.
Si os ha gustado esta entrada, también os gustaran esta y esta.
Y aqui tenéis una puesta de sol en Marte.
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