Básicamente el ser humano funciona por linajes.
Esto tiene mucha gracia pues supone que es conciente de su propia herencia genética. Algo que nadie ha sido capaz de controlar hasta la fecha.
Me explico.
El ser humano cree que su linaje – esto es: su ascendencia – le capacita para justificar sus propias y excelentes aptitudes.
Da por supuesto que las cualidades que imbuyeron a sus antepasados se traspasaron implícitamente a él. De manera que confirman que los méritos pasados son las medallas del presente.
Si mi abuelo fue digno; es que yo también lo debo de ser.
Esta es la base de la idea jerárquica del universo.
Es – como siempre – la maldita navaja de Occkam: La idea más simple debe ser la más plausible.
Esto por supuesto es discutible y – en cualquier caso – debería estudiarse.
De todos modos, esta claro que el lector es conciente de que no todos los descendientes de grandes hombres lo han sido… esto es; ¡grandes hombres!
Y si, claro. El ser humano es racional. Esto le lleva inevitablemente a la evidente conclusión de que la premisa con la que empezamos este capítulo no es verdadera.
Es decir: que sabemos perfectamente que el hijo de Einstein no tiene por que ser (y seguramente no ha sido) un Einstein.
Inciso sobre el linaje de Einstein.
Pero no.
El ser humano no debe ser tan racional como yo intuía cuando lleva siglos convencido de ese básico atentado a la evidencia empírica: Los hijos de los genios no suelen serlo y lo sabemos. ¡Tanto como que los genios no suelen ser hijos de genios!
Y sin embargo, seguimos rigiéndonos por la premisa con la que empezamos este estudio.
Seguimos defendiendo el sistema social del poder de los elegidos: Aquellos que – si bien ya no consideramos de procedencia o justificación divina – si que aceptamos divinamente justificados por sus antepasados.
Si vamos un poco más allá, nos daremos cuenta que este vicio de nuestra mente colectiva es el que nos lleva a pensar que las culpas de los padres se transmiten a su descendencia. Es decir que perpetuamos el despropósito tanto en lo bueno como en lo malo.
Los hijos de los criminales han de ser inevitablemente criminales a su vez.
Y bien, sabemos que no es así. Lo sabemos empíricamente tanto como lo anterior.
Pero da igual.
El ser humano ha decidido que esto es así y no hay quién lo tuerza… aunque eso mismo estoy intentando.
Pienso que el error básico de toda la humanidad proviene del hecho que rechaza su propia finitud. No queremos morir.
La respuesta inconsciente a esta limitación es la religión. Más allá; la perpetuación a través de los genes. Y me salto un montón de pasos.
El caso es que queremos creer que pervivimos a través de nuestra descendencia. Es más. Desde Nitsche pensamos que “mejoramos” en nuestra descendencia.
Esa es pues la base del error sistemático de todas nuestras sociedades, de nuestra esperanza de no morir. Creemos irracionalmente que nuestra descendencia se ve avalada por nuestra ascendencia; esto es; por nosotros.
El esquema es muy simple y atractivo. Parece (como las religiones) explicarlo todo.
Así pues pregunto: ¿Alguien realmente cree que sobrevive a la muerte a través de sus nietos? ¿O lo quiere creer?...
Esta – sin embargo – es la base de la estructura jerárquica de la humanidad.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario