Leí hace poco un artículo sobre la molécula del jefe.
Parece una tontería pero os aseguro que veréis las cosas
distintas una vez que os haya explicado de que va el asunto.
Los investigadores del experimento antropológico habían
descubierto el notable aumento de una molécula determinada (no recuerdo cual) en
el cerebro de los chimpancés dominantes en el seno de un grupo.
El estudio buscaba a partir de esa constatación el origen o
la razón de dicho aumento porcentual de esta molécula del jefe (permitidme que
la llame así).
Podía deberse a una predisposición de ciertos individuos sobre
los demás a ser genéticamente jefes, líderes o sencillamente superiores.
Una comprobación que me resultaría de lo más inquietante.
Sólo faltaba que al final, hubiera realmente algunos personajes nacidos para
mandarnos a los demás. Como primer desastre más inmediato se me ocurre que mi
idea de la sociedad anarquista se iría al traste.
Pero volviendo al experimento de los chimpancés:
Teniendo al grupo (la tribu) aislada (en un zoo), los
experimentadores procedieron primera a eliminar uno de los factores: el macho
alfa, el de la molécula del jefe.
No os asustéis. No lo mataron. Y es que, entre otras cosas,
lo iban a necesitar más adelante. Solo lo apartaron a otra jaula del zoológico.
Pero la interesante primera consecuencia de tan sencillo
experimento (entre chimpancés claro, entre los hombres es más difícil quitar al
dictador de turno) fue que no tardó ni una semana en definirse un nuevo pequeño
jefe cabrón.
Conste que al pequeño jefe cabrón se lo reconoce porque es
el que menos trabaja y el que se cepilla a todas las hembras antes (o en vez
de) que los demás.
Análisis de estos datos: ¿se hereda la molécula del jefe?
No parecía razonable pensar así puesto el jefazo anterior
había sido "extraído" del grupo de manera totalmente inesperada
evitando que le pudiera dar ningún tipo de herencia a ningún sustituto
potencial.
No. El nuevo jefe cabrón se había creado a sí mismo y había
sido aceptado como tal por el resto de su pequeña sociedad.
Pero lo más sorprendente del asunto es que al analizar el
cerebro del nuevo jefe del grupo, una vez asentado como tal (a la semana más o
menos), los investigadores comprobaron extrañados (o no) que la famosa molécula
del jefe había alcanzado el notable aumento porcentual del anterior. Es decir,
que se volvía a comprobar que esa molécula está realmente relacionada con la
jefatura del estado (permitidme la broma).
Pero vamos ahora con el segundo experimento dentro de
nuestra pequeña población simiesca. Os va a resultar mucho más explicativo,
contundente y definitorio.
Una buena mañana, el recinto donde estaban los ciudadanos
chimpancés se vio alterado por la aparición de una extraña caja hermética. Una
de sus caras era un bonito espejo para que los ciudadanos pudieran hacer sus
muecas al descubrirse a sí mismos en toda su belleza.
Habréis adivinado (hemos visto muchas películas) que en la
caja estaba el antiguo jefe del grupo y que el espejo en cuestión era de una
sola cara reflectante.
Es decir que el ex-jefe podía ver a sus antiguos
conciudadanos pero ellos no le veían a él.
Pues bien. ¿Qué diréis que ocurrió?
Los análisis de la molécula del jefe en el cerebro del ex
jefe fueron disminuyendo a medida que este pobre destronado percibía que los
demás no le hacían ni caso a pesar de sus esfuerzos en manifestarse como el
macho alfa de toda la vida.
En realidad, el porcentaje de la molécula del jefe tardó en
disminuir exactamente lo que el pueblo, sin saberlo, se demoró en dejar de
justificarla.
Esto es: Contrariamente a todos los estudios iniciales
intentando encontrar una molécula característica de los seres dominantes, lo
que encontraron los científicos fue que esa molécula característica de los
jefes aparecía como efecto secundario de la admiración del pueblo hacia él.
Para explicarlo intuitivamente, es algo así como el subidón
que todos sentiríais si un montón de chicas (o chicos para las chicas) os
mirasen con adoración dentro de una habitación. ¿A que tenéis claro que os subiría
el porcentaje de alguna molécula? no sabéis cual, pero seguro que os subiría,
¿a que sí?
Pues esa molécula es la del jefe.
Y la moraleja que más me importa es la siguiente.
Los jefes no son jefes porque valgan más que nosotros (ya veis
donde me empeño en situarme). Lo son porque se lo permitimos, porque creemos
que son más importantes que nosotros, porque la mayoría de los humanos
recordamos nuestros orígenes tribales y la (falsa) tranquilidad que nos suponía
delegar responsabilidades en un jefe.
Ese es el secreto de los políticos. Ellos saben que
preferimos delegar en ellos porque nos da miedo asumir responsabilidades. ¡Y cuál
es su risa cuando saben perfectamente que el resultado es justo el contrario al
que deseamos sus súbditos!
Ellos son los que menos trabajan y los que se tiran a
nuestras mujeres ¡no os quepa duda!
Cambiemos el chip por favor.
Hasta aquí el experimento de la molécula del jefe. No hace
falta que sigáis leyendo mis propias pajas mentales.
Hasta la próxima. Salud y libertad.
Si os ha gustado tenéis cosas parecidas en 51 y en Anarquía!!
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