Hace poco, un
amigo, el escritor David Zurdo, me hizo parte de la siguiente reflexión:
Si manipuláramos
el sensor de una cámara de fotos digital de tal manera que pudiéramos conseguir
todas las variaciones posibles en cada uno de sus píxeles, veríamos todas las
imágenes del universo existente.
A priori esto
tiene sentido. Es aparentemente una variante de aquella otra reflexión que
afirma que si un mono inmortal se pusiera a aporrear una máquina de escribir
durante un tiempo infinito (de ahí que tenga que ser inmortal), escribiría entre
mucho texto simplemente aleatorio y sin sentido, toda la literatura ya escrita
por la humanidad (y la futura), por ejemplo todo Shakespeare, Cervantes o
Molière, por poner unos tópicos.
Si no estáis
familiarizados con estas aparentes paradojas, simplemente pensad un poco en
ellas. El mono puede valer para las dos afirmaciones, puede teclear durante un
tiempo infinito y en el tiempo que le quede (que también ha de ser infinito) se
pondrá manos a la obra con lo de manipular todos y cada uno de los píxeles de
la cámara digital. En realidad, el mono tan solo representa la aleatoriedad,
puesto que se le supone (que es mucho suponer) absolutamente irracional.
Bueno, ahora que
habéis pensado en lo dicho, ya os queda claro que si estamos durante un tiempo
infinito probando todas las variantes entre todas las teclas de nuestra máquina
de escribir, tendrán que aparecer todos los textos posibles, y por lo tanto los
que ya conocemos, puesto que sabemos que han sido posibles. Así demostráis que
todos los textos existentes, los futuros y los que podrían existir, están dentro
de todos los textos posibles, es decir todos los textos que se escribirían
aleatoriamente durante un tiempo infinito.
Resumiendo: este
tipo de formulaciones funciona cuando introducimos el infinito. Está claro que
si tenemos tiempo infinito para intentar cualquier cosa, la lograremos, a no
ser que seamos infinitamente torpes, pero entendéis el concepto.
En cuanto a lo de
los píxeles de nuestra cámara, se introduce una particularidad notable: hemos
eliminado el infinito.
Los píxeles de la
cámara son los que son, pero desde luego son finitos y por lo tanto también lo
serán las variaciones entre todos ellos. Si son muchos, las variaciones (de
luminosidad y color) entre todos ellos serán muchas, pero finitas. Si son
pocos, serán pocas. Esto, en realidad, sólo afectará a la definición de la foto
tomada por nuestra cámara aleatoria, pero el argumento sigue pareciendo cierto:
si nuestro sensor reproduce todas las variantes, permutaciones o combinaciones
posibles, todo lo que se podría fotografiar en el universo tendría que estar
plasmado entre todas las “fotos” conseguidas. Incluso añadiría yo, podríamos
ver todas las películas del mundo, reales o producidas por el cinematógrafo, en
forma de fotogramas consecutivos. Y es que el argumento es que todo lo que
nuestro sensor pudiera fotografiar, TODO, tendría que aparecer en las muy
numerosas (que no infinitas) variaciones entre sus píxeles.
Para comprender
mejor todo esto, imaginemos una cámara digital cuyo sensor solo tenga cuatro
píxeles. Está claro que la definición será paupérrima, pero esta cámara también
podría mostrar todas las imágenes del universo, eso sí, sin que podamos
reconocer nada por la falta de resolución. Así, la coronación de Napoleón se
vería como un manchurrón pequeñísimo (es lo que tiene llevar una cámara tan
mala) o cualquier variante de esta celebración (Napoleón en calzoncillos por
ejemplo) también tendrá que estar presente, aunque con esa penosa definición no
reconoceremos nada de nada (pero ahí estará).
De todas formas,
para que nos hagamos una idea, el número de fotos que conseguiríamos con
nuestra cámara de cuatro píxeles sería el de las variaciones de cuatro
elementos de cuatro en cuatro (teniendo en cuenta la luminosidad de cada píxel,
encendido = 1, apagado = 2, y dos colores; blanco = 3 y negro = 4):
Vm,n = m!/(m-n)!
con m=n=4;
V4,4= 4!/(4-4)! = 4!/0! = 4.3.2.1/1
= 24
Estas 24 fotos serían las siguientes:
Es decir que
nuestra cámara de cuatro píxeles sólo nos proporcionará veinticuatro fotos, eso
sí, se supone que en ellas están todas las del universo. El razonamiento es que
cualquiera de estas fotos podría corresponder a muchas escenas diversas, pero
que debido a la escasísima definición, esas escenas variadas darían la misma
foto.
Y ahí está lo que
se me antoja, la trampa de este razonamiento. Al principio le daba vueltas
pensando que era muy inteligente anular el factor infinito al delimitar el
experimento mental a las variaciones posibles entre todos los píxeles de
nuestro sensor. Es muy tentador pensar que si la cámara tiene un sensor de los
actuales, el resultado de estas variaciones será el que dedujimos, el de que
cualquier cosa del universo posible o imposible, presente, pasado o futuro se
podrá ver. Pero pienso que esta reducción al absurdo que hemos hecho con
nuestra cámara de cuatro píxeles invalida la conclusión del experimento mental.
Y es que así como
con nuestras pobres e indistinguibles veinticuatro fotos correspondientes a
nuestro triste sensor de cuatro píxeles, no podemos afirmar honestamente que
todas las fotos del universo (posible o imaginado, presente o futuro, del
infinito pequeño o infinitamente grande…) se “pueden ver”, extendamos este
pensamiento al sensor de una cámara actual.
Parece claro
ahora que ocurrirá algo parecido con nuestro flamante sensor megapixélico. Sí
que las numerosísimas fotos obtenidas por permutaciones de todos sus píxeles
(esta vez teniendo en cuenta luminosidad y colores) nos ofrecerán todo lo que
la cámara podría fotografiar del universo, pero con su definición limitada (que
es como habíamos acotado el infinito). Pero claro, la cámara sólo nos podrá
enseñar lo que hubiera podido fotografiar. Su falta de definición impedirá que
muchas de las infinitas imágenes reales del universo acaben plasmadas en sus
limitados (aunque numerosos) píxeles.
Es decir, veremos
todo lo que puede ‘ver’ nuestra cámara pero existirán muchas cosas en el
universo que habrán sido confundidas en una misma de las muchas fotos
conseguidas por permutaciones. Y eso es precisamente el ardid que hace
atractivo este experimento mental; la reducción de las infinitas posibilidades
fotográficas a un número finito, el de la capacidad de nuestro sensor. Y ahí
están las fotos descartadas del infinito real del continuo espacio temporal;
todas aquellas coincidentes en una misma foto debido a la finita resolución de
nuestro sensor.
Eso no quita,
desde luego, para que pensemos en todas las fotos conseguidas, entre las que
estarán la historia del universo, de la humanidad y todas sus variantes (véase
Napo en calzoncillos), fotos de todos los virus, de todas las personas vivas,
fallecidas o por venir, de todos los planetas del universo…
Nota: En
realidad, para las fotos aleatorias debería haber tenido en cuenta que sí se
pueden repetir píxeles en la misma foto por lo que el cálculo del número de
fotos con cuatro píxeles sería en base a las variaciones con repetición de 4
elementos tomados de 4 en 4.
VRnm = mn
Y siendo m = n = 4;
VRnm = 44 = 4.4.4.4 = 256