jueves, 23 de junio de 2011

Mi tía Olga

 Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos.

En un foro amigo de la gran familia de los blogueros, me vi envuelto en una pequeña historia que hizo saltar algunos resortes de mi subconsciente. Todo empezó con un simple comentario al pie de una triste y muy humana historia que trataba sobre la tía Olga, una tía que consideré genérica y que me recordó a la mía.
Yo introduje el siguiente comentario a pie de página:

10 comentários:

 

Marc Gasca disse...
Buuuf. Todos tenemos una tía Olga. La mía me llamó un mes antes de su muerte para verme (¿despedirse?) después de un enfado familiar de 20 años.

Después de otras cuantas respuestas en el blog de mi amiga rematé la historia de la siguiente forma.

 
Marc Gasca disse...
Y no quise verla...

Esto provocó una cierta inquietud en los seguidores del blog por la que decidí dar una explicación más completa.
Pero al terminar de escribir, me di cuenta de que me había pasado cuatro pueblos con mis comentarios y que aquél no era el foro en el que podía contar lo que mis embrujados dedos acababan de teclear. 
Es por ello que corté el texto y contesté más ligeramente pero con la intención de pegar aquí el contenido del portapapeles. Me parece curioso pensar que en un universo alternativo pueda quedar escrito este contenido en el blog de mi amiga con las subsiguientes respuestas y contra respuestas.
De todas formas os dejo todo el principio de esta historia con el link del poetiquísimo blog de mi amiga Paula.
Pego a continuación el contenido del portapapeles. Conste que soy consciente de que se trata de un panfleto infumable pero es lo que pienso y ¡qué diablos! Me apetece publicarlo.

PORTAPAPELES:

Merci. En realidad, mi tía se llamaba Salomé y no quise verla porque se había portado muy mal con mi padre (su hermano). Cuando esto ocurrió mi madre acababa de contraer un cáncer (que la llevó sin remisión al inevitable final) y mi tía siguió con sus estupideces. Juré entonces (1992) que no volvería a saber nada de ella hasta enterarme de su propia muerte (2004).  Sé que esto es políticamente incorrectísimo pero no me importa. Forma parte de mis normas de vida. Concretamente, pienso que - en la medida de mis posibilidades - el que la hace la paga. Tal y como me tratan les trato. Sin piedad.
Al no perdonar ningún mal gesto, mala contestación o mal comportamiento en general, veamos de una vez por todas si la gente se entera de que sus actos tienen consecuencias. 

Daré unos ejemplos reales que puse en práctica además del citado desencuentro con mi tía: la pescadera a la que iba me ignoró para que una cliente suya más afín se colara delante de mí. No volví jamás a esa pescadería.

El único partido político al que pude dar un voto de confianza en un momento dado (no voto nunca) falló mínimamente al pronunciar un comentario que consideré ligeramente elitista (o lo que es lo mismo, desigual): Nunca más el voto de confianza. Ese partido: borrado y olvidado. Un partido no puede fallarnos en lo más mínimo. De hecho tiene mucha más responsabilidad que los simples mortales puesto que se postula como el garante de nuestro destino. Debe por principio ser y parecer más justo que todos y cada uno de sus hipotéticos votantes. Eso de que “es lo menos malo a lo que votar” no es una opción. Si nadie pasara una a esos partidos veríamos como se ponían las pilas. Por cierto que si nadie les votara hasta que realmente demostraran su interés por nuestro bienestar; también.

El desarrollo de este pensamiento procede de que mi primera norma es que todos los hombres somos iguales. A partir de aquí, "ningún hombre tiene que aguantar nada de otro", porque todos somos iguales.

Pensadlo bien: si desarrolláis esta norma primigenia se terminarían todos los males de la humanidad. Y soy muy consciente de que existe un factor "animal" que nos diferencia. Es lo que llaman "carisma". Sé que existe. Hay machos y mujeres alfa y omega. Pero si somos fieles a mi primera norma, tenemos que obviarlo y luchar contra él porque... “todos somos iguales”. De ningún modo, ¡nunca! debemos aceptar las desigualdades. Cuando os encontréis con alguien que "parece" por encima de vosotros (dado su carisma) no se lo permitáis. Eso es lo que nuestra aptitud más notoria nos otorga. Los seres humanos "pensamos”. Esa es nuestra diferencia con el resto de las especies. Por eso debemos oponernos al  poder natural tan primitivo como el de la jerarquización.

Recordad: Todos somos iguales (en importancia se entiende).
Aplicad esta norma a todos los actos de vuestra vida, en la interpretación de las noticias, en cada una de vuestras decisiones… y veréis como mejoraría el mundo si todos nos ciñéramos a esta simple regla de convivencia. 

Todos somos iguales.

Nada de libertad, igualdad y fraternidad. Tan solo Igualdad. La igualdad contempla todas las demás normas de convivencia. Si somos iguales, somos libres y también fraternos. 

Vuelvo a precisar: la igualdad de la que hablo es la de la jerarquía. Ya sé que alegaréis que de facto nadie es igual a nadie. Pero ya lo dije: se trata de igualdad de nivel. Tendría que ser la primera regla de oro de la humanidad. Nadie está por encima de nadie. Ni los políticos, ni los reyes (que no existirían), ni la policía (que no sería necesaria), ni los esclavos (iguales), ni las mujeres maltratadas (iguales), ni los pobres (no los habría al igualarnos), … y podéis seguir con todas las desigualdades que se romperían en MI universo de iguales.

Blanco sin ene da (se convierte en) black, por lo que sin odio (pronunciado ene en francés), todos somos iguales.


miércoles, 22 de junio de 2011

Personalidades sorprendentes

¿Qué tienen que ver una reina faraón, una mujer torera, una samurái, un cowboy negro y un tardígrado? 

No. No es un chiste. Lo que tienen en común es que su situación y/o definición nos sorprende.

Son personalidades sorprendentes. 

Unos por sus características naturales y los demás por su rompedora ubicación en el seno de nuestra sociedad.
Empecemos por la más actual: 

La mujer torera.
Todos recordáis a Cristina Sánchez, el caso más reciente de mujer torera, que a pesar de no hacerlo nada mal en los ruedos, decidió abandonar la lucha desanimada e impotente ante el machismo imperante en la profesión.
Hija del banderillero Antonio Sánchez, Cristina Sánchez debutó en Torrejón de Ardoz en 1986. Su debut en Las Ventas fue una tarde de julio del 95 y, ese año, cortó más de 60 orejas y salió por la Puerta Grande. Tomó la alternativa en Nîmes, con el maestro Curro Romero de padrino y Manzanares de testigo. Su último paseíllo fue el 12 de octubre en Las Ventas.
A lo largo de su trayectoria Cristina hubo de callar ante desplantes y faltas de respeto por parte de muchos de sus colegas en numerosas ocasiones. Algunos de los profesionales que habían de compartir cartel con ella se negaron a hacerlo en varias ocasiones. El conservadurismo del público y de los organizadores de los festejos la excluyeron de muchos carteles.
Personajes de reconocido prestigio, como Enrique Ponce, o de la popularidad de Jesulín de Ubrique, contribuyeron a alejar a Cristina Sánchez definitivamente de los ruedos, boicoteando las apariciones de su colega femenina o realizando declaraciones como "las mujeres, a la cocina", ya se pueden imaginar de quién.
Pero Cristina Sánchez no fue ni la primera ni la última mujer torero (¿a?).

Muchas mujeres intentaron hacerse un hueco en este mundillo hace ya siglos. Nicolasa Escamilla "La Pajuerela" fue la mujer torera a la que Goya inmortalizó, a finales del XVIII, en uno de sus aguafuertes. En el siglo XIX, en el que el toreo femenino cobró mucha fuerza, destacó especialmente la figura de Martina García, aunque sonaron otros muchos nombres como el de Juana Castro, Francisca Gisbert, Manuela Capilla, Josefa Ortega, Francisca Coloma o Eugenia Bartés "La Belgicana".
Una historia curiosa que ilustra el tinte machista que ha dominado siempre el mundo taurino es la de "La Reverte", María Salomé Rodríguez, quien además de valerosa era, según parece, muy hábil con las banderillas y el estoque. "La Reverte" aseguró a todos, allá por el año 1908, que en realidad era un hombre, con el único fin de que le dejaran seguir toreando. En 1934 se anuló el decreto que prohibía el toreo a pie de las mujeres, tras el éxito de la novillera Juanita cruz, aunque tras la guerra civil volvió a entrar en vigor.
A Conchita Cintrón sólo la dejaron torear a caballo. La Cintrón, nacida en Chile en 1922, toreó a caballo en América y decidió venir a probar suerte en España. La ley seguía prohibiendo, por aquel entonces, el toreo a pie a las mujeres, así que Cintrón rejoneó y triunfó en toda la Península entre 1945 y 1950.
En cuanto a lo más reciente: María Paz Vega es, actualmente, la única mujer torera que hay en España. Tiene 24 años, es malagueña y tomó la alternativa en 1997. Su madrina fue Cristina Sánchez y el testigo, Antonio Ferrera. Debuta en América en el 98 y al año siguiente sale por la puerta grande en Ambato (Colombia). El año pasado lidió 17 corridas y cortó 26 orejas.
Ella vive ahora momentos tranquilos en estas cuestiones machistas y no parece haberle afectado ninguna afrenta similar a las que padeció Cristina Sánchez en su carrera profesional. Al menos, de momento.
Las reinas-faraón:
Harina de otro costal son las reinas-faraón, que no ‘faraonas’ puesto que el cargo era exclusivamente masculino. Así pues ocurrió en ocasiones que algunas mujeres se encontraran en la situación política, y las capacidades sobradas, para poder acceder al trono de Egipto.
Tradicionalmente el trono egipcio estaba destinado al varón. El papel de la mujer no era, en ningún caso, ocupar el poder absoluto, sino ser la guardiana y protectora de su país y de su marido. Las reinas egipcias tenían un prodigioso poder a la sombra de su esposo y también en numerosas ceremonias. Y no sólo esto: el varón no podría subir jamás al trono si no se casaba antes con una mujer de sangre real. Así, no es de extrañar los casamientos entre hermanos o los aparentes cambios dinásticos cuando al difunto le sucedía un yerno.
Por tanto, la mujer era la garante de la legitimidad y de la sucesión del faraón, y además, era la pincipal responsable de la seguridad de Egipto en su papel de diosa Isis.
Pero la religión era clara: al igual que nunca podría existir un Isis masculino, tampoco podría existir un Horus femenino. Por ello no podemos hablar de faraonas sino del ambiguo cargo asexuado de mujer-faraón caracterizado por la ambigüedad intencionada en forma de aspecto andrógino del nuevo dirigente.
La más famosa de las reinas-faraón fue sin duda Hatshepsut pero hubo muchas más:
Neferusobek: Reinó durante unos cuatro años (quizás algunos más), de 1777 a 1773 a. C.
Tausert: Pese a no ser hija de faraones, trató de emular a Hatshepsut al morir su marido, Sethy II, y encargarse de la regencia del niño Siptah. Como éste murió tempranamente, Tausert subió al trono y gobernó por un espacio de dos años, de 1188 a 1186, bajo el nombre de Sitra-Tausert.
La mujer samurái: Tomoe Gozen.
Otra sorprendente historia es la de la mujer guerrera que se alzó contra los Taira y en 1184 tomó Kyoto después de ganar la Batalla de Kurikawa.
El Heike Monogatari dice ésto de Tomoe:
“…Tomoe era especialmente hermosa, con la piel blanca, largos cabellos, y formas encantadoras. También era una remarcablemente fuerte arquera, y como espadachina era un guerrero que valía por mil, preparada para enfrentarse a un demonio o a un dios, montada o a pie. Dominaba a los caballos desbocados con una gran habilidad; cabalgó ilesa por peligrosos descensos. Cada vez que una batalla era inminente, Yoshinaka la enviaba como su primer capitán, equipada con armadura pesada, una enorme espada, y un poderoso arco; y realizó más actos de valor que ninguno de sus otros guerreros.” (Cuento de Heike, McCullough, pg. 291)
El Heike Monogatari va más allá diciendo que Tomoe fue una de los últimos cinco Kiso que permanecieron en pie al final de la Batalla de Awazu, y que Yoshinaka, sabiendo que la muerte estaba cerca, la urgió a marcharse. Pero reacia a irse, se enfrentó a un guerrero Minamoto llamado Onda no Hachiro Moroshige, cortó su cabeza, y después partió a las provincias orientales. Algunos han escrito que Tomoe, de hecho, murió en la batalla con su marido, mientras otros afirman que sobrevivió y se convirtió en monja.
El siguiente video nos muestra a Tomoe Gozen en el momento de ayudar a su marido a hacerse el Hara-kiri. Lo he extraído de la controvertida miniserie de SyFy Riverworld basada en la formidable novela río "El mundo del río" de Philip José Farmer. Os lo dejo ahi sobre todo por la actriz que caracteriza a Tomoe Gozen. No tengo duda de que se trata de la verdadera Tomoe resucitada en esta parte del mundo del río. ¿Como explicais sino el parecido de sus apellidos?. La actriz se llama redundantemente Jeananne (un guiño a su reaparición en esta orilla) y el apellido Goossen no deja lugar a duda. Ella es Tomoe Gozen.

¿Y qué me decís de los cowboys negros?
 
Está claro que nos sorprende la figura de un vaquero negro en el viejo oeste norteamericano. Parece obvio que Hollywood se esforzó en minimizar su existencia.
Y sin embargo, los cowboys negros eran tan numerosos (por ejemplo en la frontera de Louisiana y el río Trinity) que podían llegar a constituir todo el personal de un rancho. En realidad, se estima que un tercio de los cowboys americanos eran de color.

 










La cosa parece lógica si pensamos en el racismo que imperaba en la época y la dureza de estos trabajos. En España pasa algo similar con el oficio de pastor que ha menguado enteros y son muchos los inmigrantes que ya en su país se ganaban la vida así y ahora lo hacen aquí.Dicho esto podría parecer que los vaqueros negros eran una manera de disimular su esclavitud y que no eran más que mano de obra barata. Pero no en todos los casos era así. Algunos lograron envidiables reputaciones como el legendario Bose Ikard (1843-1929), un cowboy de élite al servicio del ranchero Charles Goodnight, al que también sirvió como detective jefe y como banquero. También los hubo ganaderos, como el ex esclavo de Louisiana Aaron Ashworth, que llegó a poseer 2.570 bueyes y 19 esclavos en 1850, e incluso llegó a contratar un preceptor blanco para que educara a sus hijos.

¿De qué planeta procederán los tardígrados?
Los tardígrados (Tardigrada) llamados comúnmente osos de agua, constituyen un filo de invertebrados protóstomos segmentados microscópicos (de 0,1 a 1,2 mm) que habitan en el agua y poseen ocho patas. Son especialmente abundantes en la película de humedad que recubre musgos y helechos, aunque no faltan especies oceánicas y de agua dulce, no habiendo virtualmente rincón del mundo que no pueblen. Actualmente son conocidos comúnmente como osos de agua debido a su aspecto.
Lo más extraordinario de estos animales es que Poseen unas células (matoxistemas) que les permiten sobrevivir en cualquier medio ya sea: agua, aire, vacío...
Tal vez la cualidad más fascinante de los tardígrados es su capacidad, en situaciones medioambientales extremas, de entrar en estados de animación suspendida conocidos como criptobiosis. Mediante un proceso de deshidratación, pueden pasar de tener el habitual 85% de agua corporal a quedarse con tan solo un 3%. En este estado el crecimiento, la reproducción y el metabolismo se reducen o cesan temporalmente y así pueden pasar cientos, quizás miles, de años. Esta resistencia permite a los tardígrados sobrevivir a temporadas de frío y sequedad extremos, radiorresistencia a la radiación ionizante y resistencia al calor y la polución. Existen estudios que demuestran que, en estado de metabolismo indetectable, pueden sobrevivir a temperaturas que oscilan entre los -272º C y los 149º C,2 así como a la inmersión en alcohol puro y en éter. Científicos rusos afirman haber encontrado tardígrados vivos en la cubierta de los cohetes recién llegados de vuelta del espacio exterior. Recientes investigaciones3 demuestran que son capaces de sobrevivir en el espacio exterior.
Se alimentan de bacterias, algas, criptógamas, rotíferos, nemátodos y otros invertebrados microscópicos. Normalmente sorben sus células pero en ocasiones ingieren los organismos completos.
Lo dicho: ¿De qué planeta vendrán?